Orígenes de la moneda









Las primeras monedas fueron acuñadas con carácter oficial en Lidia, en la península de Anatolia (hoy Turquía), hacia el siglo VII a.C., aunque su origen y uso provenía de muchísimos años antes.

Su nombre proviene del latín “moneta”, apodo con que se nombraba a la Diosa Juno cuyo
templo en Roma era usado para acuñar monedas.

Antes de su aparición, los negocios se hacían mediante trueque, o intercambio de bienes o elementos, y también se llegaban a pagar las mercaderías con lingotes de oro y plata.

Al implementarse el uso de una moneda que tenía siempre el mismo valor, aumentaron los intercambios mercantiles.

Esta función de ayuda al comercio parece clara, pero no es la única que ha tenido a lo largo de la Historia.

La moneda ha proporcionado prestigio e incluso en ocasiones ha tenido una misión publicitaria, sobre todo en épocas donde las comunicaciones eran lentas e inseguras, y el pueblo era mayoritariamente analfabeto.

Se incluían en las piezas anuncios sobre hechos relevantes, como construcciones públicas, conmemoraciones de recientes batallas, etc..

Una de las posibilidades, quizá intrínseca a la moneda, es la de su atesoramiento como forma de crear un capital sólido y de acumular liquidez inmediata debido a su inalterabilidad, fácil manejo y conservación así como su aceptación en el mercado sin problemas y de una manera rápida y segura.



Estado de conservación


Si ojeamos un catálogo al uso, podemos observar que existen varias columnas con precios diferentes, según la conservación y partiendo de unas siglas por todos conocidas, el valor de una moneda puede ser abismal. Para que tengáis una idea de cómo valorar la conservación de una moneda, el trabajo realizado por Claudio A.Revello os puede acercar mucho a conocer los términos y siglas que se utilizan:
Estos cuadros tratan de dar una breve síntesis sobre los estados de conservación de una moneda y cuales son las características que se tienen en cuenta al momento de clasificarla:







Por:Enrique Rubio Santos