Las monedas desenterradas y los secretos que ayudan a desvelar



Como migas de pan en un contexto arqueológico, las monedas halladas pueden señalar el camino a la comprensión de antiguas sociedades

En 2019, Adam Staples y Lisa Grace, una pareja británica de cazatesoros aficionados, encontraron en el sur del Reino Unido unas dos mil quinientas monedas del siglo XI valoradas en más de cuatro millones de euros. Los arqueólogos y numismáticos tenían muchos motivos para alegrarse, y también para sentir envidia. No era la primera vez. En 2016, unos operarios arrastraron la pala de su retroexcavadora y descubrieron en la localidad sevillana de Tomares unas ánforas con 53.000 monedas romanas de bronce. Los obreros, sorprendidos ante aquellas vasijas que habían saltado en pedazos, no darían crédito.

Pero una cosa es encontrar un tesoro y otra distinta saber interpretarlo correctamente. Y para ello, hay que tener en cuenta que las monedas suelen aparecer de maneras muy distintas. Pueden irrumpir, como en Tomares, en las portadas de los periódicos como enormes hallazgos donde todas pertenezcan más o menos a la misma época, pero también pueden hallarse yacimientos donde existan muchos depósitos pequeños de distintos períodos, separados por gruesas capas de tierra, o bien un solo depósito con una cantidad pequeña de monedas.


Lisa Grace y Adam Staples, 
descubridores de un tesoro de monedas de un milenio de antigüedad en Somerset en 2019. 
Peter Summers/Getty Images

Armados con detectores de metales, cada vez son más los que rastrean grandes extensiones de suelo rural en busca de monedas para obtener una buena recompensa. En España, esta puede alcanzar, a veces, el 25% del valor de tasación de lo que se haya encontrado.

Dos de los grandes desafíos a los que se enfrentan tanto las autoridades como los historiadores son que los cazatesoros no informen de todo lo que encuentran (para revenderlo en el mercado negro) o que alteren gravemente el yacimiento en su intento de entender el valor de lo hallado. Esto último puede modificar la disposición de las monedas y complicar enormemente su interpretación a los expertos.

No existe una solución sencilla. Si no se ofrece una recompensa pública a los cazatesoros, algunos de ellos no informarán de sus descubrimientos y probarán suerte en la reventa internacional. Por otro lado, es cierto que sin la acción de los cazatesoros no se habrían descubierto yacimientos asombrosos. Dos ejemplos muy obvios son las monedas halladas por Staples y Grace o las casi setenta mil romanas y celtas que Reg Mead y Richard Miles encontraron en 2012 en la isla de Jersey.

Aquí el tamaño y la riqueza del yacimiento importan, y mucho. Uno de los principales usos de las monedas es que permiten datar con mayor o menor precisión los objetos y el conjunto monumental en el que fueron encontradas. Eso, que puede decirse generalmente de las grandes acumulaciones de la misma época, no se puede afirmar sin más de los pequeños depósitos que acompañan a tumbas o edificios.Lee también

En el caso de las tumbas, no es lo mismo que las monedas aparezcan en una especie de carteras (entonces, casi seguro que serán contemporáneas del conjunto funerario) o que figuren en un collar o en unos pendientes. Ahí estarían utilizándose como el que hoy emplea una antigüedad para hacerse una joya, y, por lo tanto, serían probablemente anteriores al sepulcro. Esos colgantes fueron una costumbre común de las mujeres durante siglos. La historia de las monedas es, a veces, la historia de la coquetería.

Si hablamos de edificios, resulta muy difícil saber si los pequeños depósitos de monedas encontrados bajo sus puertas son previos a su construcción, que es quizá lo más común, o de la misma época. En ocasiones, como sucede con algunos restos de iglesias, pertenecen al período en el que las construcciones fueron desmanteladas y se les dio un uso diferente. El dinero, en estos casos, quedó un poco desperdigado por el subsuelo. El descuido de los obreros de Tomares, como se ve, tiene muchos precedentes..., y las monedas también nos hablan de ellos.
Utilísimas

Las monedas ayudan mucho más a los historiadores y cazatesoros que otros objetos a la hora de fechar un conjunto. Al fin y al cabo, son muy intuitivas: llevan sobreimpresas las imágenes de soberanos o grandes líderes políticos reconocibles, sus tamaños las delatan (si son irregulares, seguramente, se produjeron antes de la industrialización del país) y sus inscripciones sugieren la fecha de la acuñación, la autoridad que las acuñó o la lengua principal del lugar donde se utilizaban.

Pero fechar un conjunto no es toda la ayuda que un gran puñado de monedas es capaz de ofrecer. La forma en la que se depositaron dice mucho sobre el lugar que ocupaban las distintas partes del conjunto monumental al que a veces acompañan. Es más, gracias a esas acumulaciones de efectivo, sabemos en ocasiones dónde se encontraban los altares de una iglesia o, tanto en las instituciones religiosas como fuera de ellas, sugieren el uso que pretendían darles sus propietarios. El hallazgo de Adam Staples y Lisa Grace en el Reino Unido, por ejemplo, revela uno de los primeros precedentes documentados de fraude fiscal en las islas.

Monedas celtas halladas en Reino Unido. 

No es lo mismo que sus propietarios quisieran emplearlas como ofrenda a los dioses o que figuren apiladas en unas viejas pilas bautismales, que se almacenasen como quien guarda ahora sus euros bajo el colchón o que alguien fuera enterrado con una especie de dinero de bolsillo para la vida eterna.

En la China de la Antigüedad, ese dinero debía servir, entre otras cosas, para abonar impuestos. Al fin y al cabo, debían de pensar, en el otro mundo habría gobierno, funcionarios y burocracia, y eso había que pagarlo.Lee también

La forma en la que quedaron ordenadas las monedas en los depósitos también ayuda a aclarar si se guardaron (quizá con prisa) de una vez o a lo largo del tiempo, si eran una manera de esconder los recursos de la familia o la comunidad en un lugar seguro a largo plazo o si, finalmente, pensaban tenerlas a mano y dedicar una parte a ofrecérsela a los dioses.

Esas aclaraciones, que se alimentan de lo que se sabe de las monedas, de los objetos que suelen acompañarlas (joyas en algunas ocasiones) y de fuentes documentales, arrojan luz sobre las costumbres, las creencias y la organización social de una época.

Monedas encontradas durante unas obras en Londres.

Es verdad que los pequeños depósitos a veces no aparecen en ningún lugar en particular. Es decir, hablamos de cuatro o cinco monedas que pudieron caérsele o extraviársele a alguien en cualquier parte. Otras veces, sin embargo, se aprecia que tenían algún valor especial o sentimental. Por ejemplo, en el Reino Unido, algunas de las monedas bizantinas que se han encontrado son souvenirs que algunos turistas británicos se trajeron del extranjero. En Estados Unidos, muchos esclavos negros se cosían alguna moneda en sus ropas como amuleto.

Las acumulaciones de monedas pueden hacernos más visibles grandes colectivos de personas de los que apenas quedan registros. Sabemos que vivieron, en parte, por el tipo de dinero que emplearon para sobrevivir. Así, como apunta la historiadora de la Universidad de Estocolmo Nanouschka Myrberg Burström en un capítulo del libro colectivo Money and coinage in the Middle Ages (Brill, 2018), los depósitos de monedas de las iglesias permiten estudiar más fácilmente cómo las empleaba esa porción de la población que, muchas veces, no era ni noble, ni comerciante ni urbana.

Al mismo tiempo, en el caso del reino medieval de la Jerusalén colonial, que se extendió de 1099 a 1291, el efectivo de menor valor para la época, compuesto por una especie de piezas de plomo, revela las circunstancias de la gente que más recurría a ellas para afrontar sus gastos corrientes.
Monetización

Los depósitos pueden ayudarnos también a entender la relación que existía entre las monedas del campo y de las ciudades, la influencia de la presencia extranjera y el comercio internacional y, por fin, el avance de la monetización.

En el reino medieval y colonial de Jerusalén, los depósitos de monedas encontrados confirman que esta forma de dinero fue introducida por los colonos europeos. En el yacimiento celta de Lattara, en el sur de Francia, los depósitos sugieren que las monedas se empleaban, irónicamente, antes de que la sociedad estuviera monetizada, ya bajo dominio romano. Simplemente, una parte de la población local pagaba con monedas griegas a los comerciantes griegos. En Suecia, los yacimientos muestran que el uso de monedas tardó en torno a un par de siglos en empezar a popularizarse. Casi nadie apreció su utilidad inmediatamente.

Conjunto de monedas halladas en el fondo del océano Atlántico. 

En ocasiones, las monedas también ponen en cuestión lo que creíamos que sabíamos, o bien resuelven curiosos enigmas. Por ejemplo, sabemos gracias a ellas que, a veces, las innovaciones en monetización se dieron más en los contextos eclesiásticos que en algunas poblaciones. Eso es lo que nos dicen las concentraciones de pequeñas monedas, fabricadas con lata fina y acuñadas de un solo lado, que ha encontrado el arqueólogo Jens Christian Moesgaard en las inmediaciones de las iglesias danesas.

Entre los enigmas curiosos para los que ya tenemos respuesta, merece una mención especial lo que ocurrió en las islas del canal de la Mancha durante la Segunda Guerra Mundial. En muchas de ellas se daba una falta crónica de monedas de poco valor para devolver el cambio cuando se compraba, por ejemplo, la comida o el periódico. Al parecer, el motivo es que los ocupantes nazis las enviaban a casa como modesto botín de guerra y que la población local solía utilizarlas, como muestra de resistencia frente a los nazis, luciéndolas en pequeñas insignias o incrustándolas en sus mecheros. Las monedas nos cuentan la historia de una confrontación que no solo se libró en las trincheras.




Fuente: lavanguardia.com - El texto forma parte de un artículo publicado en el número 626 de la revista Historia y Vida.

Esta es la moneda de Cristiano Ronaldo. Portugal realizará un homenaje a su estrella futbolística después de una amplia carrera dedicada a la selección.



La numismática es un universo apasionante que se mueve entre lo clásico y lo actual. Por ello, cada vez es más habitual que se hagan ediciones especiales rememorando a grandes personajes del pasado y presente Leyendas de la historia que, con el paso del tiempo, dotan de gran valor a estas piezas.
Por ello, cada vez que se saca un nuevo ejemplar especial, los coleccionistas y entendidos en la materia permanecen atentos para poder hacerse con algunas de estas piezas. 

Ahora, Portugal ha decidido lanzar una edición especial en homenaje a uno de sus grandes héroes históricos. Se trata de Cristiano Ronaldo. El futbolista del Al-Nassr y de la selección lusa, que recientemente acaba de superar los 900 goles en su carrera profesional, podrá presumir también de tener su propia moneda de euro con validez total.

Aunque todavía no es oficial, ya han comenzado a surgir las primeras informaciones en torno a las nuevas monedas de Cristiano Ronaldo. Estas supondrán un nuevo homenaje para el astro portugués, convertido ya en uno de los mejores futbolistas de la historia.


Se espera que la moneda tenga un valor de unos 7 euros. De momento, el gobierno de Portugal no ha hecho oficial cuál será su diseño. Sin embargo, ya han empezado a llegar varias propuestas que darían forma a este particular homenaje. Y es que pocos deportistas pueden presumir de tener su propia moneda individual. Un reconocimiento a la altura de una leyenda como 'CR7', quien lo ha ganado todo en el mundo del fútbol y que llevó a su selección a sus dos únicas conquistas: la Eurocopa de 2016 y la Nations League de 2019.

La expectación porque salgan estas particulares piezas es muy alta. Por ello, se espera un aluvión de peticiones en cuanto estas entren en curso. Se podrá pagar con ellas como si se tratara de cualquier euro normal. Sin embargo, lo que muchas personas harán será guardarlas para su colección particular.







Fuente: elespanol.com

El tesoro de 53.208 monedas romanas hallado en 2016 en Tomares tiene un valor cercano al millón de euros




Fue el 27 de abril de 2016, recordémoslo, cuando las obras promovidas por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) y el Ayuntamiento de Tomares en el olivar de El Zaudín (Sevilla) para acondicionarlo como un nuevo parque público propiciaron este descubrimiento arqueológico.

En concreto, durante estos trabajos, la pala de una máquina retroexcavadora arrastró en una de sus acometidas parte de un conjunto de 19 ánforas enterradas bajo el firme, diez de las cuales resultaron fragmentadas o afectadas por el impacto de la pala mecánica.

El hallazgo de estas 19 ánforas repletas de monedas de bronce constituyó el mayor descubrimiento arqueológico de los últimos tiempos en la provincia de Sevilla y de los más importantes en el ámbito estatal, toda vez que su localización tuvo un impacto de carácter mundial al hacerse eco medios de comunicación de no pocos países.

Una posterior excavación arqueológica del lugar supuso el hallazgo de 105 monedas más enterradas al margen de las ánforas, sumando el conjunto del tesoro unas 53.208 piezas o numos de bronce, según cálculos del equipo científico encargado de su investigación, pues nueve ánforas siguen aún cerradas.

La cronología de las monedas, todas ellas de bronce aunque con pequeños contenidos de plata, fue fijada entre los años 294 y 312 de la era actual, es decir entre finales del siglo III y comienzos del IV; y el conjunto del tesoro fue tasado en 468.230 euros por una comisión de expertos constituida para tal fin y conformada por José María Luzón, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; Ramón Corzo, de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría; y por el prestigioso catedrático de Arqueología José Beltrán Fortes.

A partir de ahí, Ignacio Rodríguez Temiño, doctor en Arqueología y Ciencias de la Antigüedad, arqueólogo y conservador, plantea «una propuesta alternativa a la tasación del conjunto de monedas del Olivar del Zaudín», en un marco en el que años atrás, tres de los operarios a los que la Justicia había reconocido el derecho al «premio legal correspondiente» por el descubrimiento interponían un recurso contencioso administrativo ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), contra la tasación que fija en 468.230 euros el valor económico actual de este conjunto pecuniario.

Merced a dicha tasación, correspondería un premio aproximado de 125.000 euros a repartir entre todos los descubridores del tesoro reconocidos como tal por la Justicia.

Rodríguez Temiño precisa al respecto que él mismo fue nombrado inicialmente como miembro de dicha «comisión de académicos» creada para la tasación del tesoro, pero su designación fue finalmente revocada al no ser acreditada su condición de «miembro de alguna academia»; extremo que él mismo comprende «en aras de evitar una fuente de futura conflictividad ajena» a la propia comisión.

Ya sobre el fondo del asunto, este doctor en Arqueología y Ciencias de la Antigüedad, arqueólogo y conservador explica que para justificar su tasación de 468.230 euros, la citada comisión elaboró un informe basado «en dos premisas».

«La primera, teniendo presente que de las 53.208 monedas, un total de 49.277 están sin limpiar, le asignan un precio medio, tomando como referencia el precio de monedas similares, de ocho euros por moneda, lo que arroja un monto de 425.664 euros, valor que debe ser incrementado en un diez por ciento atendiendo a la aportación histórica y museística que tiene un hallazgo documentado históricamente, de un periodo determinado y que será objeto de utilización singular en el contexto cultural, museístico y educativo», detalla el autor de este trabajo.

Al respecto, Rodríguez Temiño avisa de que la valoración de la comisión fue una «tasación oracular, realizada a ojo de buen cubero y que fía su idoneidad en el mero prestigio en el campo académico de quienes lo hacen«.

A la hora de plantear su propuesta alternativa, Rodríguez Temiño explica que «el hecho de que las monedas del Zaudín pertenezcan al dominio público suele llevar al error, a la hora de calcular su valor económico en función del precio de ejemplares semejantes en el mercado, de multiplicar el precio de mercado por el número de monedas. Eso es lo que hizo inicialmente el Museo Arqueológico y, más adelante, la comisión«.

«Si se toman los precios de subastas como referencia, debe hacerse calculando el efecto en el mercado de la introducción de las 53.208 nuevas monedas», lo que «tampoco debe hacerse a través de una mera estimación buenista, como parece haber hecho la comisión, sino aplicando un conocimiento profundo del mercado numismático y de las leyes de la microeconomía que denominan a este fenómeno, exceso de oferta», agrega.

A partir de ahí, este autor precisa que «es posible dividir las monedas en »tres grandes grupos«, en alusión a »un 15% (7.981 ejemplares) que no ha requerido de conservación y que podrían catalogarse como de muy excelente o buena conservación; un 10% requerido de conservación (5.528 ejemplares) y que cabría clasificarlos como buena conservación; quedando el 75% (39.906 ejemplares) restante necesitado de labores de limpieza, como de regular conservación«, ante lo cual «el mercado numismático reaccionaría de forma diversa ante estos tres lotes».

Al punto, Rodríguez Temiño calcula «una primera cifra de 399.050 euros» como valor del primer lote, a razón de 50 euros la unidad; 478.872 euros para el segundo en función de 12 euros por moneda dada «la incidencia en el mercado por la afluencia de las monedas del segundo lote, que las depreciaría hasta cierto tope»; y 553 euros en el último lote, el de peor estado, a un precio de 0,1 euros por moneda, por «una brusca depreciación como resultado del efecto acumulado de la presencia de numerario de mucha mejor calidad en el mercado y su grado de conservación». O sea 878.475 euros en total.

Finalmente, Rodríguez Temiño realiza un cálculo entre el valor total de las monedas, de 878.475 euros como ha sido descrito; más su precio de mercado, 617.904 euros; menos los costes derivados de la conservación, de 453.116 euros; y menos 179.460 euros del resultado entre las inversiones en materia de difusión y las expectativas de ingresos; lo que arroja una cifra de 863.803 euros, según precisa.

«Se podrá o no estar de acuerdo tanto en los conceptos como en la estimación económica, pero la prolija explicación de los criterios adoptados ofrece la posibilidad de disentir razonadamente. Con ello se respeta no solo la obligación de motivar adecuadamente los actos administrativos, sino también el principio de seguridad jurídica de las personas acreedoras al premio por hallazgo casual», concluye Rodríguez Temiño.







Fuente: abc.es / Sevilla