Se lanza al mar para un baño casual y emerge con un tesoro de 50.000 monedas del siglo IV



Lo que empezó como una simple inmersión recreativa terminó en hallazgo histórico. Un buceador en la costa de Arzachena (noreste de Cerdeña) detectó restos metálicos en el fondo marino y alertó a las autoridades. La investigación confirmó lo impensable: un tesoro de monedas de bronce del siglo IV, esparcido en la arena entre la playa y las praderas marinas. Los primeros cálculos, basados en el peso total, apuntan a entre 30.000 y 50.000 piezas, lo que lo convierte en uno de los descubrimientos numismáticos más importantes de los últimos años.

Junto a las monedas aparecieron fragmentos de ánforas procedentes de talleres africanos y de regiones orientales, clara señal de que este tramo de costa fue escenario de rutas comerciales en los últimos siglos del Imperio romano.

“El tesoro encontrado en las aguas de Arzachena representa uno de los hallazgos numismáticos más relevantes de la última década”, afirmó Luigi La Rocca, director general de Arqueología, Bellas Artes y Paisaje del Ministerio de Cultura de Italia.


Más allá del valor material, hallazgos como este permiten reconstruir un momento preciso de la historia: la circulación monetaria en un imperio en plena transformación política y económica.

El fondo marino en esta zona forma una plataforma poco profunda donde las corrientes dispersan objetos sin enterrarlos en exceso. Los investigadores identificaron dos áreas principales de concentración de monedas en la arena, delimitadas por densas praderas de Posidonia oceanica. Estas plantas marinas fijan los sedimentos y, al mismo tiempo, permiten que fragmentos de cerámica y metal permanezcan visibles.

La importancia de la Posidonia va más allá: sus depósitos sedimentarios de bajo oxígeno crean un entorno perfecto para conservar restos arqueológicos durante siglos. Sin estas praderas, amenazadas por anclas, contaminación o el calentamiento del agua, muchos vestigios desaparecerían rápidamente.

Las piezas identificadas son en su mayoría folles, monedas grandes de bronce introducidas en la reforma monetaria del emperador Diocleciano. Al principio pesaban unos diez gramos y tenían un baño de plata; con el tiempo, el plateado se redujo y el peso disminuyó, reflejo de las tensiones financieras del imperio.

Su circulación era amplia: tanto un marinero como un agricultor del interior podían pagar con la misma moneda. Por eso, tesoros como este ayudan a trazar los caminos recorridos por el dinero en la Antigüedad.

¿Naufragio o pérdida accidental?

La acumulación de monedas suele estar ligada a situaciones de riesgo: una tormenta que provocara el derrame de una carga, o un capitán que escondiera un pago pendiente. La hipótesis más plausible es que un contenedor se rompiera, dispersando las monedas sobre la arena. Los arqueólogos investigan si los fragmentos de ánforas corresponden al mismo episodio, lo que permitiría reconstruir el viaje, la mercancía transportada y su abrupto final.

Para entender la magnitud, basta compararlo con el tesoro de Seaton Down (Devon, Reino Unido), descubierto en 2013 con 22.888 monedas romanas. Incluso en su estimación más baja, el recuento de Cerdeña supera ampliamente esa cifra, convirtiéndose en un referente para el estudio del dinero tardorromano en el Mediterráneo occidental.

Cada moneda encierra datos preciosos: inscripciones, iconografía, marcas de ceca e incluso rastros del taller donde fue acuñada. Los conservadores las limpiarán y estabilizarán, permitiendo a los numismáticos identificar emperadores, consignas políticas y la evolución de los diseños.

El análisis metalúrgico y la comparación con las ánforas aportarán más contexto: de dónde procedían los cargamentos, qué rutas seguían y cómo el comercio conectaba el norte de África, Asia y el Mediterráneo central.






Fuente: cadenaser.com

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