De diseño sencillo, el cuarto de real español atizó la identidad nacional dominicana.
Tan criollo se ha vuelto que permanece en el acervo cultural hasta nuestros días. Expresiones como “No tengo cuartos” o “Quiero cuartos” así lo comprueban.
Esta moneda de cobre, aunque se acuñó el 1844, empezó a circular a partir de 1845.
Su elaboración fue encargada a la Scovill Manufacturing Company, Waterbury (Connecticut), Estados Unidos de América.
Sobre su denominación, el numismático Miguel Estrella Gómez explica en su libro, Historia de la Moneda Dominicana 1492-1979, que tuvo que ver con la “estrecha relación con las (monedas) correspondientes al último período de la colonización española, debido principalmente a la identificación que había entre los fundadores de la República con los españoles, a quienes consideraban sus ascendientes directos”.
El cuarto de real de 1844 por poco iba a tener un pariente muy parecido a él: el cuartillo de 1848.
Iba a ser de plata, o lo fue, porque llegó a acuñarse esta moneda, pero solo en una edición de prueba.
“El estado de guerras y revoluciones imperantes en el país durante aquellos años de mediados del siglo XIX fue óbice para que no se materialice la acuñación”, expone Estrella Gómez.
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