Hallan en Florida una moneda rara de oro en un galeón español del siglo XVII valorada en más de 80.000 euros


La empresa Mel Fisher's Treasures ha encontrado, por primera vez en 20 años, una moneda de oro del cargamento del galeón Nuestra Señora de Atocha, cuyos restos fueron descubiertos en 1985 en aguas de los Cayos de Florida por un equipo comandado por el buceador y cazatesoros Mel Fisher (1922-1998).

Los galeones Santa Margarita (encontrado en 1980) y Nuestra Señora de Atocha, formaban parte de la Flota de Tierra Firme, que había zarpado de La Habana con destino a España cargada de riquezas del nuevo mundo y fue sorprendida por un huracán frente a la costa de los Cayos de Florida en 1622.


El buque de rescate de Mel Fisher's Treasures, JB Magruder, con el recién nombrado capitán Tim Meade al timón, descubrió esta moneda de oro de Atocha, extremadamente rara, el 16 de julio de 2021. La moneda fue encontrada por el buscador de tesoros de segunda generación, el ingeniero Zach Moore. Curiosamente, su padre, William Moore, fue parte de la tripulación que halló y recuperó la carga originiaria del Atocha en 1985.


Durante una inmersión hace más de 35 años, William y los otros buzos encontraron 165 libras de lingotes, cadenas y discos de oro. Su madre, Julie Moore, también fue buceadora en el yacimiento de Atocha durante este hallazgo y también fue parte de muchos otros. Bill también trabajó como Conservador Jefe en la Operación de Flota de 1715 en el Museo del Tesoro de Mel Fisher en Sebastian Florida durante muchos años.

La última moneda de oro recuperada en este pecio tuvo lugar en 2001, siendo con esta última 121 las monedas de oro encontradas en el enclave subactuático. Su valor actual, según la propia página web de la empresa de cazatesoros, es de 83.000 euros e incluso creen que podría ser mayor.
Golpe a nuestra historia


Recordemos que este y otros casos son el recuento de un robo, del gran golpe de la historia. Lleva ocurriendo décadas, en los que España apenas ha salido de una pasividad casi tan perniciosa como el expolio. Tanto en el Atocha como en otros casos, hay un patrón que se repite: el expolio se comete utilizando la información de nuestros archivos y acabamos comprando las piezas expoliadas y exponiéndolas en nuestros museos, o enredados en largos litigios, muy costosos que no aportan verdadero conocimiento. España no ha excavado aún ni un navío de Indias ni un galeón.

La industria cazatesoros lleva actuando desde los años sesenta sobre buques de origen hispánico con un fin lucrativo, pero el resultado ha sido la destrucción de yacimientos arqueológicos. Ese daño ha borrado zonas de la historia común de España y América que nunca más se podrán recuperar. Lo peor es que no sabemos el alcance global de su actividad, aunque lo poco que sabemos supone demasiado daño. Y lo peor, una sociedad como la española no ha sabido organizarse para poner enfrente de las actividades destructivas de estas empresas todo el saber de la ciencia para que aquellos naufragios ayuden a entender nuestro pasado y nuestro presente.


El Atocha es el caso más mediático de la historia. Mel Fisher destrozó el yacimiento haciendo agujeros con los motores de su barco y desperdigando todo lo que no fuera de metal. Una vez más en su día España, el Ministerio de Cultura, compró algunos objetos, depositados en el Museo de Artes Decorativas. Y un cañón permanece como recordatorio en el Archivo de Indias, donde entran a diario los «espías» o investigadores mercenarios que ofrecen a las empresas la información precisa para acabar expoliando nuestro patrimonio y lucrarse.

Los arqueólogos que han podido ver yacimientos reventados con las turbinas describieron la desolación que produce contemplar el fondo marino horadado, que comparan con un «patatal» o «un campo de tiro». Imaginar lo que los científicos habrían sido capaces de hacer con toda la información volada por la fuerza de los motores de un barco concentrada en el fondo, entristece: objetos personales, textiles, información vital sobre aquella sociedad...










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