Uno de los monumentos más emblemáticos de España es más joven de lo que se pensaba. Nuevos estudios arqueológicos sitúan la fecha de construcción del Acueducto de Segovia en el siglo II de nuestra era, a partir de los años 112 y 116. La datación tradicional de este Patrimonio Mundial se remontaba al siglo I, hacia el año 98. El área de Turismo del Ayuntamiento de Segovia ya ha encargado una nueva tirada de folletos turísticos con la nueva fecha.
Los investigadores concluyen que la edificación de las monumentales arcadas se produjo o bien al final del gobierno de Trajano, o bien, con una probabilidad más elevada, en el gobierno de Adriano. Se trata de una época de gran esplendor de la Segovia romana, generalizada en la parte occidental del Imperio.
Los nuevos datos sobre uno de los acueductos más famosos y mejor conservados se han hecho públicos en el reciente encuentro Ciudades Romanas del valle del Duero, celebrado en Segovia en el mes de octubre.
El estudio se fundamenta en el análisis de los materiales arqueológicos procedentes de la excavación efectuada en 1998 por el arqueólogo Germán Prieto Vázquez. Exactamente, en los tres pilares de la obra romana en la Plaza del Azoguejo de Segovia, donde se erige el monumento en su máximo esplendor, con su doble piso de arcadas o arcuaciones y sus 29 metros de altura.
La evaluación de los materiales ha permitido detectar que el relleno de las fosas de fundación de estas pilas incluye materiales cerámicos (terra sigilata hispánica) fabricados en talleres riojanos de Trittium (Tricio) sobre el primer tercio del siglo II. Además, entre estos rellenos, se halló un sestercio de Trajano emitido entre 112 y 116, durante el sexto consulado del emperador.
Estos materiales fueron recuperados por Prieto Vázquez en los estratos de cierre de esas fosas en el momento de construcción de la obra, donde se detectó un ingente volumen de restos de la talla del granito, del tallado de los sillares a pie de obra, según se iban elevando pilares y arcadas. Por tanto, pertenecen al momento de su construcción. Esas fosas solo pudieron cerrarse tras el periodo entre los años 112 y 116, asevera el director del Museo de Segovia.
El director del Museo de Segovia e investigador sostiene que, con anterioridad, se había asentado en los estudios académicos la propuesta de que el acueducto había sido inaugurado al menos veinte años antes, en el año 98, a partir de la hipótesis de lectura que realizó el historiador y epigrafista de la Universidad de Heidelberg, Geza Alföldy, en los años noventa del siglo pasado. Se basó sobre todo en la inscripción que se colocó en el sotabanco, situado entre los dos pisos de arcadas, en su parte más monumental.
De ella solo quedan los agujeros realizados en los sillares de granito donde iban encajados los pernos que se fijaban en el reverso de las grandes letras de bronce dorado (letterae inauratae) que componían la inscripción, letras perdidas por completo, aunque quedaban algunas todavía en el siglo XVI.
Para Martínez Caballero, este epigrafista, de gran prestigio, planteó su hipótesis de un texto que proponía una dedicatoria a Trajano en el año 98, durante su segundo consulado, realizada por los magistrados locales por la reconstrucción (restituerunt) del acueducto.
Según los expertos, la intervención del arqueólogo Germán Prieto Vázquez también demuestra que el acueducto monumental, tal y como ahora se contempla en Segovia, no supone una restauración de obra precedente, en tanto que las arcadas se elevaron, tal como hoy se presentan, desde su origen, excavando una gran trinchera longitudinal. En ella, a su vez, se excavaron las fosas de cimentación de las pilas finales, a gran profundidad, debido a la existencia de un blando sustrato rocoso, de arcillas margas y calizas.
Los análisis de la documentación epigráfica de época romana de Segovia apuntan ahora a la consideración, según el profesor Juan Santos Yanguas, de la Universidad del País Vasco, de que Segovia tenía ya el rango de municipio de derecho latino en época de Tiberio (entre los 14 y 37). Esta constatación tampoco encaja con la propuesta de reconstrucción de la inscripción en la que se basó el prestigioso epigrafista de la Universidad de Heidelberg, Geza Alföldy, ya fallecido, para situar la construcción en el año 98, fecha canónica hasta ahora.
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